...La encajerita se rió con su risa tenue.
-No, si lo que vienen a dar es trabajo, por acá no falta... Y digo yo y preguntando otra vez, si es verdá que quitan la estancación del tabaco, vamos a ver, ¿cómo os valéis las cigarreras? Pidiendo limosna.
-¡Esa es una burrada de las gordas! -exclamó Amparo, fuerte ya en la controversia del punto concreto-. Oye y atiende, mujer, te lo voy a poner claro como el sol. Ahora el Gobierno nos tiene allí sujetas, ¿no es eso? Ganamos lo que a él se le antoja; si vienen, un suponer, buenas consignas, porque vienen, y si no, fastidiarse. Él chupa y engorda y se hace de oro, y nosotras, infelices, lo sudamos. Que se desestanca, que se desestancó: ¡ala con ella!, las reinas somos nosotras, las que tenemos nuestra habilidad en los dedos; con nosotras han de venir a batir el consumidor y el estanquero, y si a mano viene, el ministro del ramo... ¿Aún no entendiste, tercona?
Meneaba suavemente la cabeza la encajerita , mientras los hilos de la labor se deslizaban, se cruzaban, se entretejían a través de sus dedos, y los palillos de boj, chocando unos contra otros, hacían una musiquilla flauteada.
-Es que... tú pintas las cosas... Pero dime.
-¡Qué porfiosa del dianche!
-Dime con verdad... ¿Falta ahora gente que pretenda entrar en la Fábrica?
-¡Faltar! ¡Más empeños andan danzando!
-Pues, catá... El día que quiten la estancación se echa medio mundo a trabajar en cigarros, y habiendo mucho quien trabaje, el trabajo anda por los suelos de barato. ¿Qué me está pasando a mí? Empezó la tía a hacer encajes, y le salieron dos o tres de Portomar a poner la competencia... porque ahora son mucha moda estas puntillas, hasta para pañuelos; lo que estoy rematando es un pañuelo.
Descubrió ufana su almohadilla alzando un pañizuelo que velaba parte de labor terminada ya, y viose una afiligranada crestería, un alicatado de hilo, donde el menudo dibujo se desplegaba en estrellitas microscópicas, en finos rombos, en exquisitos rectángulos, todo ello unido con arte y gracia formando primorosa orla. Amparo aprobó.
-Está muy bonito -dijo.
-Pues con todo y que se lleva tanto, como ya somos muchas a menear los palitroques, hay que arreglar los precios... Yo -murmuró suspirando levemente- no puedo hacer más; a veces trabajo con luz, pero no me lo resisten los ojos, y así me arrimo cuando más puedo al tablero hasta que no se ve el día... La tía también se quedó medio ciega; ya ni puntillas gordas hace: sólo sirve para ir por las casas a vender lo que yo trabajo...
La Tribuna. Autora: Condesa Emilia Pardo Bazan.
Podéis leer la novela en la Biblioteca Virtual Cervantes
-No, si lo que vienen a dar es trabajo, por acá no falta... Y digo yo y preguntando otra vez, si es verdá que quitan la estancación del tabaco, vamos a ver, ¿cómo os valéis las cigarreras? Pidiendo limosna.
-¡Esa es una burrada de las gordas! -exclamó Amparo, fuerte ya en la controversia del punto concreto-. Oye y atiende, mujer, te lo voy a poner claro como el sol. Ahora el Gobierno nos tiene allí sujetas, ¿no es eso? Ganamos lo que a él se le antoja; si vienen, un suponer, buenas consignas, porque vienen, y si no, fastidiarse. Él chupa y engorda y se hace de oro, y nosotras, infelices, lo sudamos. Que se desestanca, que se desestancó: ¡ala con ella!, las reinas somos nosotras, las que tenemos nuestra habilidad en los dedos; con nosotras han de venir a batir el consumidor y el estanquero, y si a mano viene, el ministro del ramo... ¿Aún no entendiste, tercona?
Meneaba suavemente la cabeza la encajerita , mientras los hilos de la labor se deslizaban, se cruzaban, se entretejían a través de sus dedos, y los palillos de boj, chocando unos contra otros, hacían una musiquilla flauteada.
-Es que... tú pintas las cosas... Pero dime.
-¡Qué porfiosa del dianche!
-Dime con verdad... ¿Falta ahora gente que pretenda entrar en la Fábrica?
-¡Faltar! ¡Más empeños andan danzando!
-Pues, catá... El día que quiten la estancación se echa medio mundo a trabajar en cigarros, y habiendo mucho quien trabaje, el trabajo anda por los suelos de barato. ¿Qué me está pasando a mí? Empezó la tía a hacer encajes, y le salieron dos o tres de Portomar a poner la competencia... porque ahora son mucha moda estas puntillas, hasta para pañuelos; lo que estoy rematando es un pañuelo.
Descubrió ufana su almohadilla alzando un pañizuelo que velaba parte de labor terminada ya, y viose una afiligranada crestería, un alicatado de hilo, donde el menudo dibujo se desplegaba en estrellitas microscópicas, en finos rombos, en exquisitos rectángulos, todo ello unido con arte y gracia formando primorosa orla. Amparo aprobó.
-Está muy bonito -dijo.
-Pues con todo y que se lleva tanto, como ya somos muchas a menear los palitroques, hay que arreglar los precios... Yo -murmuró suspirando levemente- no puedo hacer más; a veces trabajo con luz, pero no me lo resisten los ojos, y así me arrimo cuando más puedo al tablero hasta que no se ve el día... La tía también se quedó medio ciega; ya ni puntillas gordas hace: sólo sirve para ir por las casas a vender lo que yo trabajo...
La Tribuna. Autora: Condesa Emilia Pardo Bazan.
Podéis leer la novela en la Biblioteca Virtual Cervantes
Ilustrativo fragmento!
ResponderEliminarAhora que parece que es una obligación leer lo último que se publica no viene mal recordar otros autores, especialmente si son mujeres.
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